San Lorenzo ganó por segunda vez con Monarriz y Di Leo, por la mínima, de nuevo, y de local, también, en una cancha no habitual.
Con qué poco se pasa a un par de equipos en la tabla de posiciones, con qué poco… Tres puntos ganó San Lorenzo y los parió largo y tendido sobre el final del encuentro, cuando Sarmiento mereció el empate. Pero como hace poco no se ligó, ayer cambió la fortuna. Ojo, también San Lorenzo tuvo varias para poder cerrar el resultado y partido antes, pero con los cambios se complicó solo.
Pero la crónica que más valor tiene es la de los señalamientos, las banderas ausentes y algunos hinchas que metieron faltazo. Claro, el horario laboral pudo haber perjudicado. Seguramente haya sido esa la complicación. Partido a las 5 de la tarde, último día del mes, un martes… Difícil.
No había empezado el partido y, en el calentamiento previo, empezaron los insultos y silbidos para Franco Di Santo cada vez que le tocó patear al arco. También se cantó contra Lammens y Tinelli, como para entrar en calor también la garganta en una tarde que hubo para todos. Cuando empezó el partido aparecieron rápidamente las jugadas, en un arco y otro, para relajar un poco el humor, o distraerlo.

Diga que a Donatti nadie lo vio, porque preso de las lesiones como está, hubiera sido un blanco perfecto, mientras el morocho Zapata era una imán de todos los avances de Sarmiento y despejaba o salía jugando con su habitual parsimonia. Lo bueno y lo malo, en cada línea, un héroe y un villano.
Llegó el gol, la explosión y el premio para un tipo como Uvita Fernández que, a pesar de todo lo que choca, erra o no razona, deja todo siempre, corre y obliga a la defensa y rival. Cara y ceca para todos. Igual que para Palacios, que tira un centro perfecto, o se hace expulsar como un principiante descontrolado.
La nota de la tarde fue durante el segundo tiempo, cuando Monarriz cerró las ventanas y se fue a tirar al banco y dormir una siesta con el sol que a esa hora de la tarde ya es una caricia que marida bien con la brisa gentil del Bajo Flores. Dejó al Camello en el corral y si te he visto no me acuerdo. El jinete del dromedario era un tal Jalil, que también fue insultado merecidamente por su actuación. Cara y ceca: Monarriz está poniendo la cara, nos guste o no, pero ayer jugó al avestruz los últimos 20 minutos.
Y cuando parecía que Sarmiento tiraba a la lona al Ciclón, puteadas para el manager y el nueve que quieren Boca y Racing, pero no los hinchas de San Lorenzo, en su día. Y volvió a jugar todo el partido, a perderse goles insólitos y reírse. En eso no claudica, el tipo se ríe. Pero la gente se embronca. Cal y arena.

Pero hay un tipo con el que no se puede, diría Sacheri, al que se le perdona todo. “Y no sé, habría que ver, son tantas cosas…”. Son muchas. Pero Sebastián Torrico las disimula en su mayoría, no esconde la cara, pone el pecho y cierra el arco. Abrió la tarde con fotos y firmas contra el alambrado, porque él sale primero a calentar, y cerró el partido con esa atajada providencial de pies. Santo, inmaculado. San Torrico, Santorrico, Cóndor y señor de los Cuervos.
Ganó San Lorenzo y nada más importa.