A pesar de los anuncios optimistas de dirigentes del espacio Por Amor a San Lorenzo, una fuerte inundación en el gimnasio San Martín volvió a exponer el preocupante estado de las instalaciones en la Ciudad Deportiva. La situación quedó al descubierto tras las lluvias de los últimos días, que dejaron en evidencia que el techo del gimnasio —en plena obra— no fue finalizado, provocando filtraciones y daños sobre un piso recientemente renovado.
La remodelación, anunciada con entusiasmo hace un mes por el ex candidato a presidente Sergio Costantino, incluyó la intervención del piso, las paredes y el techo, con una inversión anunciada de $58.800.000. “Administramos de manera eficiente demostrando que con compromiso y buena gestión, el club puede seguir creciendo”, publicó en X (ex Twitter). Sin embargo, las imágenes que circularon por redes sociales reflejan otra realidad: una obra a medio hacer, con serios errores de planificación.
El hecho de haber comenzado por el piso, sin antes asegurar el techo, generó malestar entre socios e hinchas. Ante las críticas, el intendente Mateo Sagardoy salió a dar explicaciones en el programa ‘La Cicloneta’, aunque lejos de llevar tranquilidad, sus declaraciones dejaron más dudas que certezas.
“El gimnasio San Martín está en obra. Podía pasar… Agua, suciedad, todo podía pasar”, dijo, relativizando el problema. Reconoció que el techo todavía no está terminado y que “falta casi un mes” de trabajo. Además, confirmó que los encargados de la obra volverán a reparar los daños, pero no se les pagará, ya que “esto estaba contemplado”.
Este tipo de declaraciones evidencian falta de planificación y una gestión improvisada de las obras. El hecho de que el gimnasio ya estuviera habilitado para actividades mientras se sabía que el techo no estaba terminado, parece haber sido una decisión apresurada que terminó perjudicando el trabajo realizado.

Sagardoy detalló cómo se financió la obra: el piso fue pagado por San Lorenzo junto a la empresa Enova; las paredes, con un acuerdo con Sinteplast, que donó pintura mientras el club cubrió la mano de obra; y el techo, que aún no está finalizado, fue financiado por un grupo de socios liderado por Evangelista y Costantino, con un presupuesto estimado de 58 mil dólares.
A pesar del mal momento, desde la dirigencia se insiste en relativizar el problema. “No dramaticemos, el San Martín estuvo durante años destruido”, dijo Sagardoy, minimizando lo ocurrido. Lo cierto es que, una vez más, San Lorenzo muestra los límites estructurales de un club que necesita inversión seria, planificación y gestión transparente.
En paralelo, se anunciaron nuevos proyectos como dos gimnasios con equipamiento para juveniles y fútbol femenino, a cargo de Ström Sports, y otras obras menores financiadas con recursos limitados o por socios “ad honorem”, como el caso del portón de Avenida Varela, cuya reparación depende del aporte personal de un hincha.
En medio de promesas y anuncios, la realidad de las instalaciones habla por sí sola: filtraciones, obras inconclusas, errores de gestión y la eterna dependencia del esfuerzo individual de los socios, mientras los problemas estructurales del club siguen sin resolverse de fondo.