San Lorenzo espera los partidos en piloto automático, sin nafta, con altitud insuficiente y una tormenta feroz que todavía no mostró lo peor.

La semana se picó. El equipo se le hizo lejano al hincha, esta vez en kilómetros, y nadie pudo ir a merodear o “ver qué onda” en el hotel, nada. La Feliz fue una paradoja y cayeron 3 soldados de los que saben jugar y no le escapan al “damelá”. Pero como todo fue demasiado pero el fondo no llega, apareció un hincha (o un par, quién sabe) y colgó una bandera. Porque eso hacemos los hinchas: ponemos banderas, para celebrar o mostrar disgusto.
No me dicen mucho los “días de…” pero vienen cada vez más seguidos. De cualquier cosa, qué sé yo. Pero el motivo de instaurar el del 30 está muy bien por sus motivos. Unos locos frenaron la “venta” del club, palabras más, palabras menos. Y cuidado que aquella mente de cabellera oscura hoy está de vuelta con menos pelo, otro color a la vista, pero el mismo tono en sus pensamientos.

O sea, de la misma manera que esta dirigencia actual es responsable absoluta del presente y ya no parece tener fuerza, unión, ni un plan, pero dice poder ser la solución, eso otro plantea una ecuación similar. Las dos gestiones tienen medallas para mostrar pero no supieron manejar la perpetuidad, la sucesión, el ruido interno y terminaron por fragmentarse, se rompieron y mostraron la hilacha.
San Lorenzo va a la deriva, vamos viendo que viento sopla por semana, cuántas precipitaciones lo siguen castigando y si, en algún momento, por obra de no sospecho qué o quién, llega a tierra, que ni siquiera deberá ser muy firme para mejorar el hoy. Un piso, algo.